Los
Poenimios
Para Lázaro Tello Pedró,
por brindarme su amistad.
I.
Génesis.
Hace algunos años mientras
cursaba la carrera de Ciencias de la comunicación en la Universidad del Valle
de México, en el plantel San Rafael, Héctor Fragoso, compañero de clase,
llevaba un pequeño libro en las manos.
Le pedí que me lo mostrara, y
comencé a hojearlo y leerlo. Se trataba de textos diminutos —poemas para ser
más preciso—, cuya temática disfruté mucho.
Reparé en el autor: Efraín
Huerta. Era la primera vez que sabía de él. Me interesé por conocer el título y
la editorial: se trataba de los Poemínimos
completos publicados por Verdehalago en dos pequeños volúmenes.
Efraín Huerta se refirió así a
sus textos, creo que no sin cierta ironía:
Durante
mucho tiempo, supuse con ingenuidad que estos breves poemas podrían ser algo
así como unos epigramas frustrados. Error. Mi hija Raquel (8 años), al leer
algunos, declaró lo siguiente: “Son cosas para reír.” Poco después, en la casa
de un famoso pintor, Octavio Paz (58 años) los definió de esta manera: “Son
chistes.” Me alegro en extremo que, separados por medio siglo de experiencia y
cultura, Raquelito y Octavio hubieran coincidido.
Indagué sobre el escritor y su
obra. Asistí a las librerías de la zona de Miguel Ángel de Quevedo, en busca de
la obra referida, y me encontré con la Poesía
completa del autor editada por el Fondo de Cultura Económica en la
colección Letras mexicanas. Así, después de cerciorarme de que el libro
contuviera los poemínimos, lo compré por doscientos quince pesos.
Leí con avidez la obra, y
descubrí en Huerta a un poeta excepcional. Profesaba la vida en su poesía: su
poesía era él, ni más ni menos.
Desde entonces, he cultivado tanto
la admiración como el cariño por el “Cocodrilo”: el “Flaco neuras”.
Haberlo “conocido” es,
indudablemente, una de las experiencias más afortunadas de mi existencia. Cada
vez que vuelvo a leer sus poemas —en particular los poemínimos—, siento que me
reúno con un amigo entrañable, en el cual encuentro consejo y consuelo
inmejorablemente.
En este contexto realicé mis
primeros ensayos titubeantes bajo la tutela de mi maestro, y los nombré Poenimios.
Con la perspectiva que sólo
otorga el tiempo, hoy afirmo orgulloso que mis poenimios son descendientes
directos —quizá no hijos, pero sí nietos— de los poemínimos de Efraín Huerta (Por cierto, quien se interese en
conocer más de estos textos y su autor, encontrará una entrada dedicada a ambos,
a la cual remito por medio del siguiente vínculo: http://www.caesarisnv.blogspot.mx/search/label/Efra%C3%ADn%20Huerta).
II.
El
nombre.
Consideré la posibilidad de
nombrar poemínimos a los textos que comenzaba a escribir. Sin embargo, me
percaté de que dicho nombre sólo podría ser digno de los originales.
Busqué un término que cumpliera con dos funciones trascendentales para mí: que remitiera —a modo de homenaje— a los poemínimos; pero que, simultáneamente, los diferenciara, otorgándoles autonomía.
Así, acuñé la palabra poenimio —unión
de las palabras “poema” y “nimio”.
Hace algunos meses, consulté por curiosidad el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, y encontré que la palabra “nimiedad” (Del lat. nimiĕtas, -ātis) posee tres acepciones: 1. f. Pequeñez, insignificancia. 2. f. Exceso, demasía. 3. f. Prolijidad, minuciosidad.
En la entrada
correspondiente a “nimio, mia” (Del lat. nimĭus, excesivo, abundante, sentido
que se mantiene en español; pero fue también mal interpretada la palabra, y
recibió acepciones de significado contrario), señala: 1. adj. Dicho
generalmente de algo no material: Insignificante, sin importancia. 2. adj.
Dicho generalmente de algo no material: Excesivo, exagerado. 3. adj. Prolijo,
minucioso, escrupuloso.
Sin proponérmelo, aquel vocablo
que eligiera hace tiempo para formar el neologismo “poenimio”, y que yo
entendía como “algo sin importancia” se resignificó, dándole un cariz
polisémico y ambiguo que cumplía cabalmente con mi propósito.
III.
Desarrollo
e influencia.
Toda actividad humana se
perfecciona con la práctica, y la escritura no es la excepción. La inseguridad
inicial que experimenté, se convirtió paulatinamente en la asimilación de la
forma, y después en el apoderamiento del género.
La influencia literaria de los Poenimios es diversa: se encuentra en los
aforismos de Luc de Vauvenargues, Blaise Pascal, Nicolas de Chamfort, François
de La Rochefoucauld, Jean de La Bruyère, Georg Christoph Lichtenberg, Oscar
Wilde, Emile Cioran... También se relaciona con la tradición japonesa —si no en
temática ni forma, sí en brevedad— representada por los haijines Kobayashi
Issa, Matsuo Bashō, Ihara Saikaku...; y se semeja a la poesía de Paul Celan,
Emily Dickinson, Giuseppe Ungaretti, Paul Claudel, Salvatore Quasimodo, Hans
Arnfrid Astel...
Asimismo, deben mucho de su
carácter lúdico y malicioso —quizá más del que se imagina el propio autor— a
obras como el Diccionario del diablo
de Ambrose Bierce, las Humoradas de
Ramón de Campoamor, las Máximas mínimas
de Emilio Jardiel Poncela, las Greguerías
de Ramón Gómez de la Serna, los textos de Augusto Monterroso, las canciones de Chava Flores; y por supuesto, a
los epígrafes, epitafios y epigramas griegos y latinos, que quizá tengan sus
versiones modernas en las esquelas y obituarios de los periódicos.
Los poemas figurativos de
Simias de Rodas —Décimo Magno Ausonio acuñó el término technopaegnia para referirse a ellos—, así como los caligramas de
Guillaume Apollinaire, los haikus de José Juan Tablada, y algunos poemas de
Jaroslav Seifert —de su etapa influenciada por el surrealismo—, también son
“visibles” en la conformación estructural de estas piezas.
Por extraño que parezca, los
poenimios se remiten también a la novela: Tristram
Shandy de Laurence Sterne, Rayuela
de Julio Cortázar, y Ulysses y Finnegans Wake de James Joyce...
En cuanto al tono, estas
pequeñas ocurrencias —yo no las considero sino “mini-sátiras” o “inscripciones
satíricas”— comparten la crítica y la diatriba de la fábula y la sátira: Arquíloco,
Décimo Juvenal, Gayo Julio Fedro, Ludovico Ariosto, Jacques Du Lorens, Nicolas
Boileau-Déspreaux, Gaspar de Jovellanos, Ambrose Bierce, Salvador Novo, Gotardo
Croce, Francisco de Quevedo, Renato Leduc...
Pero acaso su raigambre popular
—de índole sobre todo, oral—, sea de donde se nutre mayormente el carácter de estos
textos: las coplas españolas, las calaveras, los chistes y los albures
mexicanos —recuerdo que mi padre bromeaba y practicaba el albur desde que yo
era niño, y solía inventarle calaveritas jocosas a la gente—, así como la falta
de educación de mis compatriotas —ejemplificado en dos polos relacionados “muy íntimamente”:
las figuras públicas y la gente humilde¹. Las expresiones de Groucho Marx,
Cantinflas, Clavillazo, y muchos otros humoristas, determinan en conjunto el
trasfondo de los poenimios.
Lo pequeño se considera ínfimo.
Lo valioso de los poenimios estriba en su sencillez aparente: golpes contundentes
que fustigan el ridículo comportamiento humano. Muchos lectores quizá se
quedarán con la primera impresión de la risa espontánea que suscitan. Lo cierto
es que cada palabra fue forjada en el calor de la fragua —del mismo modo en que
soy un atento recopilador de frases coloquiales, soy un “ratón de biblioteca”,
y gusto de consultar los diccionarios. Por ello cuando escribo algo, en
realidad pretendo decir otra cosa; y esbozo una sonrisa malévola cuando alguien
se ufana de comprender lo que leyó.
De ahí que en la conformación
original de la obra figuren un par de citas como epígrafes. La primera tomada
de El mercader de Venecia de William
Shakespeare (III, i, 1281-3), en labios de Shylock: “La vileza que ustedes me
han enseñado, la pondré en práctica, y malo sería que no superara mi
instrucción.”
La segunda pertenece a Charles
de Montesquieu, quien en sus Cartas
persas (LIV) escribió: “...y te confieso que no hay nada más triste que ver
una buena ocurrencia que se dice, morir en los oídos de un tonto que la
escucha.”
La burla, el sarcasmo, la
ironía, la irreverencia, el desprecio, la gratitud, y muy de vez en cuando, la
poesía, son el maquillaje de estos pequeños rostros, el cual se obtiene gracias
a elementos gramáticos como la homofonía, el retruécano, el juego de palabras,
la ambigüedad, la polisemia, la homografía, el equívoco, la anfibología, el
calambur, la paronimia; así como al calco y el plagio.
IV.
Dos
períodos.
La redacción de los poenimios
se divide en dos etapas, las cuales no fueron planeadas.
El primer poenimio que escribí
data del día viernes 04 de abril del año de 2003 —tenía 24 años entonces—, y el
último es del lunes 01 de octubre del 2004.
Desde entonces no creé más
poenimios hasta el miércoles 02 de noviembre de 2011: siete años después.
A partir de entonces los he
escrito periódicamente, y espero no interrumpir su escritura nunca más —al
menos hasta que muera.
En la primera etapa, dispuse
las composiciones en libros —como lo hice con los epigramas, las fábulas y las
epístolas que concebí, a la usanza de los textos grecolatinos— que contenían
sesenta y nueve textos cada uno.
Desde que retomé su escritura,
los recopilo bajo el título de “Poenimios recientes”, y evidentemente percibo una
diferencia sustancial entre los actuales y los que compuse hace algunos años.
Los he escrito en español,
francés, inglés, alemán, portugués, latín...
Carezco de la cifra exacta que
he creado, pero deben ser dos mil aproximadamente. De semejante obra ingente,
hay muchísimos de los cuales se puede prescindir.
V.
La
tecnología.
En el último lapso, la
tecnología dispuso de diversos sitios en que el lenguaje escrito mutó. La
proliferación de instrumentos como teléfonos celulares, pastillas..., y su
interacción con las redes sociales permite el envío inmediato de comentarios,
donde la respuesta es instantánea, aunque paradójicamente dicha respuesta no se
explicite.
He encontrado en Twitter una plataforma idónea para
difundir los poenimios, vinculando mi cuenta con la de Facebook —si bien ambas no son tan eficientes como Tumblr y Blogger que sí respetan el formato original: cursivas, disposición
del texto… A pesar de todo, debido a su limitación de 140 caracteres, Twitter preserva la característica
primordial: la brevedad.
Los Poenimios que, se gestaron en un período donde la red no era
preponderante, en esta época de inmediatez e impaciencia, se sirven de este mismo
medio y sus herramientas para difundirse, en tanto hijos de su tiempo.
Y acaso el “hado” de estos
“mini-textos” se relacione más con la “virtualidad” que con la “realidad”: más
con la computadora y la pantalla que con el libro y el papel.
VI.
Los
“poenimios” en la red.
En la búsqueda de la palabra
“poenimio”, encontré las siguientes correspondencias:
Bajo el título de Poenimios del descenso, la escritora
mexicana, Ileana Garma (1985), agrupa algunas composiciones en la Revista
virtual Letralia. Esta autora
yucateca también figura en otras páginas con estos textos. Ofrezco el vínculo
de la primera referencia.
El poeta y licenciado en
Filología árabe por la Universidad Autónoma de Madrid, Antonio Mengs, en la
página Visfluminis, ofrece diecinueve
poenimios.
En el blog RAPSODOYBOHEMIO [sic], en
la entrada del Lunes, 1 de octubre de 2007, el autor —que se hace llamar
“malpagao”—, comparte cinco poenimios bastante interesantes.
En la página de la revista Gaceta virtual, la autora argentina, Margarita
Oliva (1932), transcribe ocho poenimios.
Con las referencias anteriores,
únicamente he querido ejemplificar la diversidad que goza un término acuñado
por cinco extraños —los identificados hasta ahora— que no se relacionan sino en
la escritura poética.
En mi caso, no me interesa
jactarme de nada. Yo no me concibo como el único creador del nombre.
Simplemente se trata de un título bajo el cual escribo.
Sin embargo, como otras tantas
veces, la “interacción virtual” ha permitido a los seres humanos de esta época,
comprender que el mundo no se limita únicamente a la realidad personal.
_____
¹ Muchos menosprecian lo que
surge de las entrañas del pueblo. Sin embargo, a mí me cautiva. Por ejemplo, el
lenguaje es carne viva que evoluciona —aun cuando se degenere. La fonética de
los modismos: “haiga” por “haya”; “asté” por “usted”; “ójalá” por
“ojalá”...; la virulencia de nuestros verbos chingar, tirar, putear que
aunque sean malsonantes son de uso cotidiano; la ese en la segunda persona del
singular: dijistes, comprastes, mentistes...; la grafía “huevos” que es
demasiado correcta, y no tiene la fuerza de la palabra “güevos”. Cuando estoy
en la calle, dispongo de mi atención para escuchar y ver lo que se dice, lo que
se escribe: las faltas ortográficas en los letreros que proyectan más de lo que
se pretendió expresar; las frases surrealistas, poéticas... de los anuncios; el
“mexicano” —no el castellano— de a pie: “¿’Tons qué pedo, carnal!”; la absurdez
y estupidez de las declaraciones de nuestros funcionarios públicos. Ellos son
los autores de los Poenimios; yo sólo
soy el compilador. Mi manera de demostrar mi admiración es burlándome.
I.
Tienda temperamental
“Soy
Totalmente
Falacio”
_____
Alusión irónica al lema “Soy
totalmente Palacio” y a su campaña publicitaria. El Palacio de Hierro es una
tienda departamental mexicana cuyo primer edificio data de 1891. Por cierto, el
anuncio comercial no me lo paga.
II.
Naturareza
Es
Una
Planta
Savia
Porque
Vive
Verde
III.
Hora feliz
Se cierra
La barra
Se abren
Las piernas
IV.
Reconciliación
Después
De la
Tormenta
Viene
La cama
V.
Empleo
“Se solicita
Jardinero
De planta”
VI.
Violencia
(Electrodoméstica)
Mi padre
Le pegó
Al microondas
Porque
No le calentó
La comida
VII.
Egocentrismo
Aquí
El único
Pendejo
He sido
Y o
VIII.
Matrimonio hechizo
¿Acepta
A esta
Brujer
Por
Escoba?
IX.
Hot-line
Este es
El peor
Sexo oral
Que
Me han
Hecho
Escuchar
X.
Hermafrodítica
“Se solicita
Personal
Ambos
Sexos”
XI.
Infidelidad
¡Ahora sí
Aquí
V’arder
Trojan!
XII.
Retrovisor
Los ojetes
Están
Más cerca
De lo
Que aparentan
XIII.
Inseminación
Nadie
Es probeta
En su pierna
XIV.
Secretaria [I]
Anote
Por favor
XV.
Despropósito
(De año nuevo)
Este
Año
Comeré
Más
Ano
XVI.
“Equilibra tu dieta”
¡Equilíbrate
Idiota!
XVII.
Ser humano
Mono
Teísta
XVIII.
Bar
La última
Y nos
Damos
_____
Alusión “las tres
mentiras del mexicano”, las cuales son: “Mañana te pago”, “Nomás la puntita” (El
hombre a la mujer durante el coito) y “La última y nos vamos” (es decir, el
último trago).
XIX.
Con vencimiento
Soy un
Hombre
De conversiones
Firmes
XX.
Identidad secreta
Nadie
Me conoce
Realmente
Hasta
Que me ve
La cara
De pendejo
XXI.
Redención
¿A qué
Horas
Sales
Por el Mal?
_____
Alusión jocosa a la
frase popular y piropo: “¿A qué hora sales por el pan?”.
XXII.
Religión
La fe
Mueve
Montañas
De dinero
XXIII.
Ascenso
Para
Subir
Hay
Que
Bajar
XXIV.
Presidencial
Entre
Erección
Y erección
Hay
Seis años
De más
Turbación
_____
En México las elecciones
presidenciales se llevan a cabo cada seis años.
XXV.
Borrachazo
Me acabo
De caer
De un
Caballito
De tequila
XXVI.
Achacoso
¿Quieres
Que te cuente
Ungüento?
XXVII.
Fe de ratas
Ganar
La
Próxima
Elección
XXVIII.
XXIX.
XXX.
El
hijo del payaso
Tiene unos
Zapatos
Muy grandes
Que llenar
Bipolaridad
¡Yo no
Tengo eso!
¿Quién
Eres tú!
¡Váyanse
Todos
Al diablo!
¡Hola!
Borrachote
Llegó
A las
Cínico
De la
Mañana
Tan interesante y minuciosa, nimia, la escritura del prólogo, como profunda y documentada la investigación previa.
ResponderEliminarComo es de esperarse, algunos de los poenimios son, para mi gusto, mucho más accesibles, divertidos e ingeniosos que otros, pero el conjunto es ¡muy bueno! Redención, Bar, Matrimonio hechizo, fue de lo que más me gustó.
No cabe duda: el talento y la dedicación rezuman ;)
—Gracias, Sara. En una obra tan ingente como son los poenimios, esta muestra apenas permite comprenderlos en su justa dimensión. Me refiero a que no todos son tan satíricos como estos —sí, críticos. Yo los concibo como los pequeños fragmentos en que se rompe esta sociedad ridícula cuando cae al piso. A partir de brevísimos textos que aluden al machismo, la homosexualidad, la corrupción, la estupidez... se conforma la historia cotidiana del ser humano. Concuerdo contigo en que algunos resultan más accesibles que otros —y que su gusto depende de los valores y posturas de cada cual. Nuestra cultura —entendida a partir del lenguaje, en tanto expresión de nuestra idiosincrasia— se presta para tergiversar el sentido de las palabras —ya gráfica, ya fonéticamente—,y así evidenciar nuestras profundas carencias. Por mi parte, me agrada que los poenimios gusten, pero me agrada aún más, que sean despreciados y vistos como pequeñas bromas... porque esto confirma mi sátira. Un saludo afectuoso y sincero, Sara.
ResponderEliminarMuchas gracias por la referencia a mi abuelo. Un cordial saludo.
ResponderEliminar—No tiene nada que agradecer, estimado Enrique. Al contrario, yo soy quien está en deuda con su abuelo. Y espero, sinceramente, que su influencia se perciba en mi escritura, pues para mí es un honor contarme entre sus lectores-alumnos.
EliminarAprovecho la oportunidad para expresarle mi admiración por su bitácora y su obra. He revisado con mayor detenimiento su página y, a pesar de que en ocasiones la idiosincrasia de culturas tan semejantes, pero simultáneamente tan distintas como las nuestras, son inaccesibles —en cuanto a sus referencias—, he disfrutado mucho de su particular sentido del humor.
De hecho, quiero decirle que agregaré a mis "blogs" un enlace directo al suyo.
Le mando un afectuoso y cordial saludo desde México, y le agradezco que disponga de su tiempo para leer y comentar.
Genial
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