martes, 19 de febrero de 2013

Los poenimios.







Los Poenimios



Para Lázaro Tello Pedró,
por brindarme su amistad.


I.
Génesis.

Hace algunos años mientras cursaba la carrera de Ciencias de la comunicación en la Universidad del Valle de México, en el plantel San Rafael, Héctor Fragoso, compañero de clase, llevaba un pequeño libro en las manos.

Le pedí que me lo mostrara, y comencé a hojearlo y leerlo. Se trataba de textos diminutos —poemas para ser más preciso—, cuya temática disfruté mucho.

Reparé en el autor: Efraín Huerta. Era la primera vez que sabía de él. Me interesé por conocer el título y la editorial: se trataba de los Poemínimos completos publicados por  Verdehalago en dos pequeños volúmenes.

Efraín Huerta se refirió así a sus textos, creo que no sin cierta ironía:



Durante mucho tiempo, supuse con ingenuidad que estos breves poemas podrían ser algo así como unos epigramas frustrados. Error. Mi hija Raquel (8 años), al leer algunos, declaró lo siguiente: “Son cosas para reír.” Poco después, en la casa de un famoso pintor, Octavio Paz (58 años) los definió de esta manera: “Son chistes.” Me alegro en extremo que, separados por medio siglo de experiencia y cultura, Raquelito y Octavio hubieran coincidido.



Indagué sobre el escritor y su obra. Asistí a las librerías de la zona de Miguel Ángel de Quevedo, en busca de la obra referida, y me encontré con la Poesía completa del autor editada por el Fondo de Cultura Económica en la colección Letras mexicanas. Así, después de cerciorarme de que el libro contuviera los poemínimos, lo compré por doscientos quince pesos.

Leí con avidez la obra, y descubrí en Huerta a un poeta excepcional. Profesaba la vida en su poesía: su poesía era él, ni más ni menos.

Desde entonces, he cultivado tanto la admiración como el cariño por el “Cocodrilo”: el “Flaco neuras”

Haberlo “conocido” es, indudablemente, una de las experiencias más afortunadas de mi existencia. Cada vez que vuelvo a leer sus poemas —en particular los poemínimos—, siento que me reúno con un amigo entrañable, en el cual encuentro consejo y consuelo inmejorablemente.

En este contexto realicé mis primeros ensayos titubeantes bajo la tutela de mi maestro, y los nombré Poenimios.

Con la perspectiva que sólo otorga el tiempo, hoy afirmo orgulloso que mis poenimios son descendientes directos —quizá no hijos, pero sí nietos— de los poemínimos de Efraín Huerta (Por cierto, quien se interese en conocer más de estos textos y su autor, encontrará una entrada dedicada a ambos, a la cual remito por medio del siguiente vínculo: http://www.caesarisnv.blogspot.mx/search/label/Efra%C3%ADn%20Huerta).


II.
El nombre.


Consideré la posibilidad de nombrar poemínimos a los textos que comenzaba a escribir. Sin embargo, me percaté de que dicho nombre sólo podría ser digno de los originales.

Busqué un término que cumpliera con dos funciones trascendentales para mí: que remitiera —a modo de homenaje— a los poemínimos; pero que, simultáneamente, los diferenciara, otorgándoles autonomía.

Así, acuñé la palabra poenimio —unión de las palabras “poema” y “nimio”.

Hace algunos meses, consulté por curiosidad el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, y encontré que la palabra “nimiedad” (Del lat. nimiĕtas, -ātis) posee tres acepciones: 1. f. Pequeñez, insignificancia. 2. f. Exceso, demasía. 3. f. Prolijidad, minuciosidad.

En la entrada correspondiente a “nimio, mia” (Del lat. nimĭus, excesivo, abundante, sentido que se mantiene en español; pero fue también mal interpretada la palabra, y recibió acepciones de significado contrario), señala: 1. adj. Dicho generalmente de algo no material: Insignificante, sin importancia. 2. adj. Dicho generalmente de algo no material: Excesivo, exagerado. 3. adj. Prolijo, minucioso, escrupuloso.

Sin proponérmelo, aquel vocablo que eligiera hace tiempo para formar el neologismo “poenimio”, y que yo entendía como “algo sin importancia” se resignificó, dándole un cariz polisémico y ambiguo que cumplía cabalmente con mi propósito.


III.
Desarrollo e influencia.


Toda actividad humana se perfecciona con la práctica, y la escritura no es la excepción. La inseguridad inicial que experimenté, se convirtió paulatinamente en la asimilación de la forma, y después en el apoderamiento del género.

La influencia literaria de los Poenimios es diversa: se encuentra en los aforismos de Luc de Vauvenargues, Blaise Pascal, Nicolas de Chamfort, François de La Rochefoucauld, Jean de La Bruyère, Georg Christoph Lichtenberg, Oscar Wilde, Emile Cioran... También se relaciona con la tradición japonesa —si no en temática ni forma, sí en brevedad— representada por los haijines Kobayashi Issa, Matsuo Bashō, Ihara Saikaku...; y se semeja a la poesía de Paul Celan, Emily Dickinson, Giuseppe Ungaretti, Paul Claudel, Salvatore Quasimodo, Hans Arnfrid Astel...

Asimismo, deben mucho de su carácter lúdico y malicioso —quizá más del que se imagina el propio autor— a obras como el Diccionario del diablo de Ambrose Bierce, las Humoradas de Ramón de Campoamor, las Máximas mínimas de Emilio Jardiel Poncela, las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, los textos de Augusto Monterroso, las canciones de Chava Flores; y por supuesto, a los epígrafes, epitafios y epigramas griegos y latinos, que quizá tengan sus versiones modernas en las esquelas y obituarios de los periódicos.

Los poemas figurativos de Simias de Rodas —Décimo Magno Ausonio acuñó el término technopaegnia para referirse a ellos—, así como los caligramas de Guillaume Apollinaire, los haikus de José Juan Tablada, y algunos poemas de Jaroslav Seifert —de su etapa influenciada por el surrealismo—, también son “visibles” en la conformación estructural de estas piezas.

Por extraño que parezca, los poenimios se remiten también a la novela: Tristram Shandy de Laurence Sterne, Rayuela de Julio Cortázar, y Ulysses y Finnegans Wake de James Joyce...

En cuanto al tono, estas pequeñas ocurrencias —yo no las considero sino “mini-sátiras” o “inscripciones satíricas”— comparten la crítica y la diatriba de la fábula y la sátira: Arquíloco, Décimo Juvenal, Gayo Julio Fedro, Ludovico Ariosto, Jacques Du Lorens, Nicolas Boileau-Déspreaux, Gaspar de Jovellanos, Ambrose Bierce, Salvador Novo, Gotardo Croce, Francisco de Quevedo, Renato Leduc...

Pero acaso su raigambre popular —de índole sobre todo, oral—, sea de donde se nutre mayormente el carácter de estos textos: las coplas españolas, las calaveras, los chistes y los albures mexicanos —recuerdo que mi padre bromeaba y practicaba el albur desde que yo era niño, y solía inventarle calaveritas jocosas a la gente—, así como la falta de educación de mis compatriotas —ejemplificado en dos polos relacionados “muy íntimamente”: las figuras públicas y la gente humilde¹. Las expresiones de Groucho Marx, Cantinflas, Clavillazo, y muchos otros humoristas, determinan en conjunto el trasfondo de los poenimios.

Lo pequeño se considera ínfimo. Lo valioso de los poenimios estriba en su sencillez aparente: golpes contundentes que fustigan el ridículo comportamiento humano. Muchos lectores quizá se quedarán con la primera impresión de la risa espontánea que suscitan. Lo cierto es que cada palabra fue forjada en el calor de la fragua —del mismo modo en que soy un atento recopilador de frases coloquiales, soy un “ratón de biblioteca”, y gusto de consultar los diccionarios. Por ello cuando escribo algo, en realidad pretendo decir otra cosa; y esbozo una sonrisa malévola cuando alguien se ufana de comprender lo que leyó.

De ahí que en la conformación original de la obra figuren un par de citas como epígrafes. La primera tomada de El mercader de Venecia de William Shakespeare (III, i, 1281-3), en labios de Shylock: “La vileza que ustedes me han enseñado, la pondré en práctica, y malo sería que no superara mi instrucción.”

La segunda pertenece a Charles de Montesquieu, quien en sus Cartas persas (LIV) escribió: “...y te confieso que no hay nada más triste que ver una buena ocurrencia que se dice, morir en los oídos de un tonto que la escucha.”

La burla, el sarcasmo, la ironía, la irreverencia, el desprecio, la gratitud, y muy de vez en cuando, la poesía, son el maquillaje de estos pequeños rostros, el cual se obtiene gracias a elementos gramáticos como la homofonía, el retruécano, el juego de palabras, la ambigüedad, la polisemia, la homografía, el equívoco, la anfibología, el calambur, la paronimia; así como al calco y el plagio.


IV.
Dos períodos.


La redacción de los poenimios se divide en dos etapas, las cuales no fueron planeadas.

El primer poenimio que escribí data del día viernes 04 de abril del año de 2003 —tenía 24 años entonces—, y el último es del lunes 01 de octubre del 2004.

Desde entonces no creé más poenimios hasta el miércoles 02 de noviembre de 2011: siete años después.

A partir de entonces los he escrito periódicamente, y espero no interrumpir su escritura nunca más —al menos hasta que muera.

En la primera etapa, dispuse las composiciones en libros —como lo hice con los epigramas, las fábulas y las epístolas que concebí, a la usanza de los textos grecolatinos— que contenían sesenta y nueve textos cada uno.

Desde que retomé su escritura, los recopilo bajo el título de “Poenimios recientes”, y evidentemente percibo una diferencia sustancial entre los actuales y los que compuse hace algunos años.

Los he escrito en español, francés, inglés, alemán, portugués, latín...

Carezco de la cifra exacta que he creado, pero deben ser dos mil aproximadamente. De semejante obra ingente, hay muchísimos de los cuales se puede prescindir.


V.
La tecnología.

                         
En el último lapso, la tecnología dispuso de diversos sitios en que el lenguaje escrito mutó. La proliferación de instrumentos como teléfonos celulares, pastillas..., y su interacción con las redes sociales permite el envío inmediato de comentarios, donde la respuesta es instantánea, aunque paradójicamente dicha respuesta no se explicite.

He encontrado en Twitter una plataforma idónea para difundir los poenimios, vinculando mi cuenta con la de Facebook —si bien ambas no son tan eficientes como Tumblr y Blogger que sí respetan el formato original: cursivas, disposición del texto… A pesar de todo, debido a su limitación de 140 caracteres, Twitter preserva la característica primordial: la brevedad.

Los Poenimios que, se gestaron en un período donde la red no era preponderante, en esta época de inmediatez e impaciencia, se sirven de este mismo medio y sus herramientas para difundirse, en tanto hijos de su tiempo.

Y acaso el “hado” de estos “mini-textos” se relacione más con la “virtualidad” que con la “realidad”: más con la computadora y la pantalla que con el libro y el papel.


VI.
Los “poenimios” en la red.


En la búsqueda de la palabra “poenimio”, encontré las siguientes correspondencias:

Bajo el título de Poenimios del descenso, la escritora mexicana, Ileana Garma (1985), agrupa algunas composiciones en la Revista virtual Letralia. Esta autora yucateca también figura en otras páginas con estos textos. Ofrezco el vínculo de la primera referencia.




El poeta y licenciado en Filología árabe por la Universidad Autónoma de Madrid, Antonio Mengs, en la página Visfluminis, ofrece diecinueve poenimios.




En el blog RAPSODOYBOHEMIO [sic], en la entrada del Lunes, 1 de octubre de 2007, el autor —que se hace llamar “malpagao”—, comparte cinco poenimios bastante interesantes.




En la página de la revista Gaceta virtual, la autora argentina, Margarita Oliva (1932), transcribe ocho poenimios.




Con las referencias anteriores, únicamente he querido ejemplificar la diversidad que goza un término acuñado por cinco extraños —los identificados hasta ahora— que no se relacionan sino en la escritura poética.

En mi caso, no me interesa jactarme de nada. Yo no me concibo como el único creador del nombre. Simplemente se trata de un título bajo el cual escribo.

Sin embargo, como otras tantas veces, la “interacción virtual” ha permitido a los seres humanos de esta época, comprender que el mundo no se limita únicamente a la realidad personal.


_____
¹ Muchos menosprecian lo que surge de las entrañas del pueblo. Sin embargo, a mí me cautiva. Por ejemplo, el lenguaje es carne viva que evoluciona —aun cuando se degenere. La fonética de los modismos: “haiga” por “haya”; “asté” por “usted”; “ójalá” por “ojalá”...;  la virulencia de  nuestros verbos chingar, tirar, putear que aunque sean malsonantes son de uso cotidiano; la ese en la segunda persona del singular: dijistes, comprastes, mentistes...; la grafía “huevos” que es demasiado correcta, y no tiene la fuerza de la palabra “güevos”. Cuando estoy en la calle, dispongo de mi atención para escuchar y ver lo que se dice, lo que se escribe: las faltas ortográficas en los letreros que proyectan más de lo que se pretendió expresar; las frases surrealistas, poéticas... de los anuncios; el “mexicano” —no el castellano— de a pie: “¿’Tons qué pedo, carnal!”; la absurdez y estupidez de las declaraciones de nuestros funcionarios públicos. Ellos son los autores de los Poenimios; yo sólo soy el compilador. Mi manera de demostrar mi admiración es burlándome.





I.
Tienda temperamental

“Soy
Totalmente
Falacio”


_____
Alusión irónica al lema “Soy totalmente Palacio” y a su campaña publicitaria. El Palacio de Hierro es una tienda departamental mexicana cuyo primer edificio data de 1891. Por cierto, el anuncio comercial no me lo paga.



II.
Naturareza

Es
Una
Planta
Savia
Porque         
Vive
Verde



III.
Hora feliz

Se cierra
La barra
Se abren
Las                             piernas



IV.
Reconciliación

Después
De la
Tormenta
Viene
La cama



V.
Empleo

“Se solicita
Jardinero
De planta”



VI.
Violencia
(Electrodoméstica)

Mi padre
Le pegó
Al microondas
Porque
No le calentó
La comida



VII.
Egocentrismo

Aquí
El único
Pendejo
He sido
Y o



VIII.
Matrimonio hechizo

¿Acepta         
A esta
Brujer
Por
Escoba?



IX.
Hot-line

Este es
El peor
Sexo oral
Que
Me han
Hecho

Escuchar



X.
Hermafrodítica

“Se solicita
Personal
Ambos
Sexos”



XI.
Infidelidad

¡Ahora sí

Aquí
V’arder
Trojan!



XII.
Retrovisor

Los ojetes
Están
Más cerca
De lo
Que aparentan



XIII.
Inseminación

Nadie               
Es probeta
En su pierna



XIV.
Secretaria [I]

Anote
Por favor



XV.
Despropósito
(De año nuevo)

Este
Año
Comeré
Más
Ano



XVI.
“Equilibra tu dieta”

¡Equilíbrate
Idiota!



XVII.
Ser humano

Mono
Teísta



XVIII.
Bar

La última
Y nos
Damos


_____
Alusión “las tres mentiras del mexicano”, las cuales son: “Mañana te pago”, “Nomás la puntita” (El hombre a la mujer durante el coito) y “La última y nos vamos” (es decir, el último trago).



XIX.
Con vencimiento

Soy un
Hombre
De conversiones
Firmes



XX.
Identidad secreta

Nadie
Me conoce
Realmente
Hasta
Que me ve
La cara

De pendejo



XXI.
Redención

¿A qué
Horas
Sales
Por el Mal?


_____
Alusión jocosa a la frase popular y piropo: “¿A qué hora sales por el pan?”.



XXII.
Religión

La fe
Mueve
Montañas

De dinero



XXIII.
Ascenso

Para
Subir
Hay
Que
Bajar



XXIV.
Presidencial

Entre
Erección
Y erección
Hay
Seis años
De más
Turbación


_____
En México las elecciones presidenciales se llevan a cabo cada seis años.



XXV.
Borrachazo

Me acabo
De caer
De un
Caballito

De tequila



XXVI.
Achacoso

¿Quieres
Que te cuente
Ungüento?



XXVII.
Fe de ratas

Ganar
La
Próxima
Elección




XXVIII.
El hijo del payaso

Tiene unos
Zapatos
Muy grandes
Que llenar




XXIX.
Bipolaridad

¡Yo no
Tengo eso!
¿Quién
Eres tú!
¡Váyanse
Todos
Al diablo!
¡Hola!




XXX.
Borrachote

Llegó
A las
Cínico
De la
Mañana

5 comentarios:

  1. Tan interesante y minuciosa, nimia, la escritura del prólogo, como profunda y documentada la investigación previa.

    Como es de esperarse, algunos de los poenimios son, para mi gusto, mucho más accesibles, divertidos e ingeniosos que otros, pero el conjunto es ¡muy bueno! Redención, Bar, Matrimonio hechizo, fue de lo que más me gustó.

    No cabe duda: el talento y la dedicación rezuman ;)



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  2. —Gracias, Sara. En una obra tan ingente como son los poenimios, esta muestra apenas permite comprenderlos en su justa dimensión. Me refiero a que no todos son tan satíricos como estos —sí, críticos. Yo los concibo como los pequeños fragmentos en que se rompe esta sociedad ridícula cuando cae al piso. A partir de brevísimos textos que aluden al machismo, la homosexualidad, la corrupción, la estupidez... se conforma la historia cotidiana del ser humano. Concuerdo contigo en que algunos resultan más accesibles que otros —y que su gusto depende de los valores y posturas de cada cual. Nuestra cultura —entendida a partir del lenguaje, en tanto expresión de nuestra idiosincrasia— se presta para tergiversar el sentido de las palabras —ya gráfica, ya fonéticamente—,y así evidenciar nuestras profundas carencias. Por mi parte, me agrada que los poenimios gusten, pero me agrada aún más, que sean despreciados y vistos como pequeñas bromas... porque esto confirma mi sátira. Un saludo afectuoso y sincero, Sara.

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  3. Muchas gracias por la referencia a mi abuelo. Un cordial saludo.

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    1. —No tiene nada que agradecer, estimado Enrique. Al contrario, yo soy quien está en deuda con su abuelo. Y espero, sinceramente, que su influencia se perciba en mi escritura, pues para mí es un honor contarme entre sus lectores-alumnos.

      Aprovecho la oportunidad para expresarle mi admiración por su bitácora y su obra. He revisado con mayor detenimiento su página y, a pesar de que en ocasiones la idiosincrasia de culturas tan semejantes, pero simultáneamente tan distintas como las nuestras, son inaccesibles —en cuanto a sus referencias—, he disfrutado mucho de su particular sentido del humor.

      De hecho, quiero decirle que agregaré a mis "blogs" un enlace directo al suyo.

      Le mando un afectuoso y cordial saludo desde México, y le agradezco que disponga de su tiempo para leer y comentar.

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